Los primeros atisbos de claridad empezaron a rasgar el frío cielo de la noche arropada en oscuridad, atravesando los luminosos rayos de sol de aquella extensa llanura, devolviendo el color ocre a esta tierra inhóspita, habitada únicamente por pequeños roedores y alimañas que se guarecen durante el día entre los escasos matorrales espinosos.